Wednesday, January 27, 2010

Yemen, al borde del estallido

El Gobierno de Saná se enfrenta a Al Qaeda, a los rebeldes Huthi en el norte y a la
secesión del surP La mala gestión frena el desembolso de donaciones extranjeras


Tres yemeníes acusados de pertenecer a Al Qaeda, en un tribunal en Saná.



“Está en juego la supervivencia
de Yemen como país”. Así de tajante
se muestra un embajador
europeo en Saná ante la encrucijada
que afronta la tierra de la reina
de Saba. El atentado fallido de
un nigeriano contra un avión estadounidense
el pasado día de Navidad
ha llevado a los titulares la
presencia de Al Qaeda en este rincón
empobrecido de la península
Arábiga. Pero la amenaza de los
extremistas islámicos, que tanto
preocupa en Occidente y en los
países vecinos, es el menos acuciante
de los problemas para los
yemeníes.
Los analistas coinciden en que
si Al Qaeda logra consolidarse en
Yemen el riesgo de inestabilidad
se incrementará en toda la región.
Es pura geografía. Esta tierra
indómita constituye el eslabón
que falta para unir las franquicias
de la multinacional del terror
en Asia y África.
De ahí que cuando los pasos
dados por el frustrado terrorista
nigeriano condujeron hasta un
campo de entrenamiento yemení,
Estados Unidos aumentara de inmediato
las presiones sobre el
presidente Ali Abdalá Saleh para
que actuara contra los radicales.
Saleh, que formalmente coopera
en ese terreno, tiene sin embargo
preocupaciones más inmediatas.
Desde agosto, su Ejército se encuentra
empantanado en la guerra
que de forma intermitente y
por quinto año consecutivo libran
los rebeldes Huthi en el norte del
país. Además, hace ya un par de
años que se ha reavivado el movimiento
separatista del sur, independiente
hasta 1990 y que perdió
una guerra de secesión en
1994. Aunque políticamente se
trata de problemas distintos, en
ambos casos subyace una queja
común: falta de recursos y sentimiento
de abandono por parte
del Gobierno central. El escaso petróleo
que se extrae del subsuelo
yemení ha resultado insuficiente
para acabar con la pobreza y, ahora
que el oro negro apenas cubre
el consumo local, empieza también
a escasear el agua.
Consciente de la encrucijada,
el primer ministro británico, Gordon
Brown, convocó para hoy en
Londres una conferencia sobre
Yemen. Durante dos horas, países
vecinos y potencias occidentales
van a tratar de coordinar su ayuda.
Necesitado de fondos, el Gobierno
de Saná ha celebrado la
idea.






“Los problemas económicos
son la principal causa de todos los
males que afronta Yemen en la
actualidad”, declaró ayer en Londres
su ministro de Exteriores,
Abubkr al Qirbi, tras reconocer
que el país corre el peligro de convertirse
en un Estado fallido si la
comunidad internacional no le
ayuda a desarrollar su economía.
Todos los actores coinciden en
el diagnóstico. Más complicado
va a resultar que se pongan de
acuerdo en el tratamiento. Mientras
que Saná busca una inyección
de fondos, la comunidad internacional
se muestra precavida.
Apenas una tercera parte de
los 5.000 millones de dólares
(unos 3.500 millones de euros)
prometidos en la conferencia de
donantes de 2006 han podido desembolsarse.
“Falta capacidad de
gestión”, admite Mohamed al
Asaadi, coordinador local de un
proyecto de cooperación para mejorar
la eficacia del Gobierno. Se
suma además un grave problema
de corrupción, institucionalizado
en parte por las redes de clientelismo
en las que basa su poder
Saleh.
“La de mañana [por hoy] no
es una conferencia de donantes”,
explica el embajador citado
al inicio. Aunque reconoce la necesidad
de invertir a largo plazo
para transformar las estructuras
tribales que lastran el país,
subraya la necesidad de una acción
inmediata. “No tenemos
tiempo. Sin dejar de invertir a
medio plazo en educación, sanidad,
etcétera, hay que apuntalar
el sistema”, resume. Y ahí es donde
surgen los miedos de los yemeníes.
Tanto la exigencia de un cambio
en las estructuras de poder
para dar contenido a una democracia
meramente formal como
la posibilidad de una intervención
militar de algún tipo, ponen
a la defensiva a los responsables.
Saleh, que lleva tres décadas
en el poder, difícilmente va
a aceptar reformas sustanciales
que minen su respaldo en el
Ejército y entre las tribus. Además,
sabe que los donantes, más
interesados en evitar el colapso
de la seguridad interna, tampoco
le van a apretar las clavijas.
La otra alternativa, una intervención
militar aunque sea encubierta,
suscita tantos recelos
entre las autoridades como entre
la población. El ministro de
Exteriores aseguró ayer en una
entrevista a la BBC que Yemen
no va a permitir en su territorio
acciones encubiertas contra Al
Qaeda. Sin embargo, algunos
sospechan que éstas ya se están
llevando a cabo.
De hecho, la semana pasada
un grupo de 150 ulemas condenó
“cualquier intervención extranjera
sea política, militar o
de seguridad” y advirtió de que
si se admite tal interferencia, “el
islam permite a los ciudadanos
llamar a la guerra santa para expulsar
a quienes les atacan”.