Wednesday, January 27, 2010

El misterio Obama



Estados Unidos dispone de un modelo político
complejo que sus creadores diseñaron para
perfeccionar la democracia frente a la decadencia
aristocrática. El sistema ha conservado, sin
embargo, un rasgo característico del antiguo
régimen: el papel conductor del monarca. El
presidente de Estados Unidos guía al país, inspira
a sus compatriotas e ilumina la nación. El
pueblo lo observa constantemente en busca de
estímulo o de consuelo. Analiza sus gestos, su
estado de ánimo, se involucra en su vida, en su
origen, en su familia, a la que asume como
modelo de cada familia del país.
Obama es hoy el centro de la atención de
todos los estadounidenses y de la preocupación
de muchos. Se examinan sus canas prematuras,
se destacan los rasgos de abatimiento que
se le aprecian desde la derrota demócrata en
Massachusetts. Y, sobre todo, el país se pregunta
¿quién es? ¿qué piensa? ¿qué va a hacer
ahora?
Obama está perdido. No desaparecido, porque
su participación ha sido constante en los
últimos días, tratando inútilmente de llenar
con su presencia un vacío que es clamoroso.
Está perdido, desorientado, tirando los brazos
como el boxeador noqueado que se resiste a
caer, pero sin fuerza, sin un propósito claro
más que el de defenderse.
Las razones por las que se ha llegado a esta
situación son diversas y seguramente anteriores
a Massachusetts. Ni siquiera todas ellas son responsabilidad
de Obama, que es víctima de una
brutal acumulación de calumnias por parte de
sus enemigos. Fue precisamente aquella vieja
campaña sembrando dudas sobre la auténtica
nacionalidad de Obama la que, por raro que parezca
fuera de aquí, empezó a crear distancia
entre él y los ciudadanos. Pero la mayor responsabilidad
por la crisis actual es suya. Quizá no
por acción, pero sin duda por omisión. Un año
después de llegar a la Casa Blanca, Obama no ha
podido aún transmitir una imagen exacta de sí
mismo, no ha conseguido la comunión emocional
que este país necesita entre el pueblo y el
presidente. Predominan las imágenes que se
han creado de él: el socialista que dice la derecha,
el centrista que dice la izquierda, el analista
cerebral que describen algunos columnistas o el
populista que destacan otros. Pero nadie sabe en
realidad quién es el verdadero Obama. George
Bush no era un misterio para nadie. Obama sí.
Esta crisis le da la oportunidad de resolverlo.
Éste es el momento en el que Obama tiene que
ser capaz de responder a la llamada de la nación
y ponerse al frente. Los estadounidenses no quieren
a un administrador, quieren a un líder. Si
Obama no da ese salto no será reelegido.